Actuación de comienzo de curso de la Escuela de Folklore del Consorcio de Fomento Musical de Zamora.
17 de noviembre
Manuel Viqueira, gaita (A Coruña, Galicia).
Maximiliano Arce, chifla y tamborín (Maragatería, León).
Alba Gutiérrez, voz y pandereta (Santander, Cantabria).
Dulzaineros de Campos, José María Silva, dulzaina (Palencia).
TRES GENERACIONES
Alberto Jambrina, investigador e impulsor del folclore castellano y del zamorano en particular, hizo de maestro de ceremonias de la jornada de apertura de curso del consorcio de fomento musical de Zamora (cuya cabeza visible en estos momentos es Pablo Madrid compañero de caminos y fatigas del anterior). Es la primera vez que asistimos a este evento que parece se repite cada año en los aledaños temporales de Santa Cecilia y suele utilizar el muy agradable salón de actos de Caja España en Zamora (cerca de la Plaza de la Marina). La entrada es libre hasta completar el aforo y el público verdaderamente variopinto e intergeneracional.
Presenta Alberto desde el conocimiento, el reconocimiento a los artistas, la complicidad con los presentes y la austeridad formal que conforma el carácter castellano. Provoca las intervenciones orales de los protagonistas para cumplir con la función de pedagogía y antropología social propia de una escuela que recibe a intérpretes con un importante bagaje vital y profesional.
Los músicos participantes pertenecen a tres generaciones pero se desenvuelven en lugares comunes. Van por delante los más veteranos, ya en la tercera edad si atendemos a la fecha de nacimiento, muy reconocidos instrumentistas ambos. Por lo dicho, sembraban en terreno abonado para el folclore que ejecutaron con ilusión y contundencia. Se quedaron con muchas ganas de ejecutar alguna pieza (o peza) más tanto Manuel Viqueira, el gaitero de Ordes, con un tocar de gaita singular (pechado) que se presentaba en formato de terceto (acompañado por tambor y bombo) como Maximiliano Arce que actuó en solitario con su chifla (flauta maragata) y tamborín. Debemos resaltar en ambos su naturalidad en la ejecución y en las contestaciones a las preguntas de la organización o de sus acompañantes. No es habitual ni siquiera en este ámbito menos comercial pero, por suerte, es una característica común a todos los actuantes esa tarde-noche
Alba Gutiérrez es una de las grandes damas del folclore y el folk cántabro. Es difícil realizar esta afirmación respecto de una niña de dieciséis años. Sin embargo, su experiencia, sus tablas y, por supuesto, su calidad como cantante e instrumentista permiten situarla en ese estadio. Desconozco si sigue cursando formación reglada, supongo y espero que así sea, en cualquier caso, participa y ha participado en variados proyectos de mucha enjundia. Por nuestra parte, llegamos tarde desde el Brenalmazu de Corconte para verla actuar en Noja (también en solitario) en las fiestas del Carmen. Preciosas fiestas en las que los solistas invitados, entre ellos Alba, siguieron cantando en las mesas prevenidas para la fiesta (concurso de marmita incluido) para el disfrute de los locales y de los muy contados foráneos entre los que felizmente nos encontrábamos. No pudimos recibir mejor trato.
Esta apabullante presentación se corresponde con su exhibición de toques de pandereta (puño, palma, dedos, envés y cara de la mano) vinculados a los diversos valles cántabros. Por tanto, lección de etnografía, folclore y cultura popular impartidos con desparpajo y economía de tiempo. El entendido público cayó rendido ante Alba y no necesitó considerar la temprana edad como mérito al concederle los aplausos más intensos y sentidos de la noche. Llegamos a imaginarnos cómo las antiguas pandereteras podían animar el baile en una plaza con la única compañía de este ¿sencillo? instrumento.
Y como decimos-dirían los de pueblo (además de lo de limpia) es humilde porque acompañó a los Dulzaineros de Campos en algunas canciones tocando maravillosamente el tamboril. En resumen, puede ponerse en su boca el estribillo peninsular presente en el último disco de la toresana María Salgado y grabado antes por el excelso Eliseo Parra: “Sé cantar y sé bailar; sé tocar la pandereta; el que se case conmigo; lleva música completa...”
Los Dulzaineros de Campos son un grupo veterano pero en constante renovación. El maestro Silva es verdaderamente singular, condición que acredita en el escenario (y quiero pensar que fuera también). Ejerce de tipo llano, cercano, amable y comprometido y así suena la música que hacen. No esconde sus conocimientos, sus investigaciones y su experiencia ni que toca de oído. Ha sido un placer señor Silva (y amigos). Esperamos verle en la calle (y en las bodegas, si no es mucho pedir) que es su medio natural pese a que allí será más difícil disfrutar de su sentido e interesante parlamento.
Bueno, como puede deducirse, nos quedamos con muchas ganas de acompañar a todos estos señores a la fiesta privada que parecía anunciar José María Silva.
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